jueves, 15 de enero de 2015

Y EN LA SOLAPA DE SU SACO

Y….
EN LA SOLAPA DE SU SACO
Un rosal florecía
Tanta espera, luego de aquella conversación las había convertido en un gran racimo de rojas flores que caían del ojal, ensombrecían su rostro, y por alguno de sus pétalos se había escapado una lágrima…
Había olvidado cuando fue aquel día en el que ella le dijera que la esperara, que pusiera una rosa en su ojal, que esa era la señal para saber que era él…no alcanzaba a comprender por qué aquella mujer no había cumplido en ir a conocerlo, si tan solo él pretendía una buena conversación y tan siquiera un café en aquel bar de la esquina.
Deambuló por la ciudad, creyendo ver en todas aquellas mujeres la presencia que tanto anhelaba…Inusual fue creer ver a quien no estaba, solo encontró en cada asiento de aquella plaza el inefable sentimiento de ausencia, en cada húmedo bar, ese olor a madera que tenía grabado en sus recuerdos, esas veredas angostas, que en más de una ocasión lo hacían bajar a la calle y sentir de refilón el vuelo rápido de algún ave rapaz…la casa de música en la esquina de enfrente, inconfundible los acordes del piano interpretando
aquella música clásica que tanto le gustaba…
Recordó aquellos amigos que él creía tener, lo observaban de la acera vecina, murmuraban quien sabe qué cosa, ya no importaba…ya no reparaba en ellos, tantas veces, había necesitado hablarles en años anteriores y no estaban…
Solo esperaba silencioso la llegada de aquella mujer.
La esquina, una acera húmeda, aquel olor a madera vieja que le penetraba los sentidos, y ese aroma a rosas que lo envolvían constantemente desde hacía tiempo, esos acordes inconfundibles, cerró sus ojos, dejó de resistirse, de querer encontrar respuestas pues al fin comprendió que siempre estuvo frente a ella, se entregó a sus brazos, lloró en su angustia, silenciosamente se fue con ella, y en aquel lugar de la cita, el rosal rojo derramó su sabia, diluyéndose en cenizas.

La muerte también es mujer….

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